26 dicembre 2011

Inizia il dibattito. di Josep Borrel

da Publico.es

Empieza el debate

di Josep Borrel 

Después de la estruendosa derrota del PSOE en las pasadas elecciones, sólo quedan en Europa un par de pequeños países con gobiernos socialdemócratas. Los ciudadanos no han encargado a la izquierda la solución de una crisis causada por los excesos del capitalismo financiero, a pesar de que las políticas sociales compensatorias son más necesarias que nunca. La Europa del mañana la están moldeando las presiones de los mercados financieros y las propuestas de dos líderes de centro derecha, Merkel y Sarkozy. Los demás, con excepción de Reino Unido que no está ni quiere estar en el euro, les siguen, haciendo de la necesidad virtud. Considerando el déficit público como único problema y la austeridad como única solución, estamos precipitando a Europa entera a una recesión larga y prolongada. Con el riesgo de que los ganadores de esta situación sean la tecnocracia y el populismo
Es en este contexto en el que se debe plantear el debate sobre la socialdemocracia en Europa y sobre la necesaria renovación del PSOE en España. Un debate que ha tardado en empezar después del 20 de noviembre porque con la investidura por en medio no había que dar armas al adversario. Y que se pretende acabar demasiado pronto, sólo un mes después del turrón, con un Congreso convocado a todo correr. Habría sido mejor darse el tiempo que necesita el famoso debate de ideas, tan invocado como poco practicado. Y para evitar que, en sólo un mes, todo acabe en la confrontación entre personas. Confrontación al final inevitable porque las ideas no crecen en los árboles, sino que son concebidas y defendidas por personas .

La primera contribución a ese debate ha sido el documento Queda mucho PSOE por hacer, firmado entre otros por algunos ex ministros del Gobierno de Zapatero, a cuya redacción he modestamente contribuido y con cuyo contenido estoy básicamente de acuerdo. Ante un tema tan complejo como las causas y las consecuencias de la desafeccion popular a las propuestas y candidatos socialistas, se pueden buscar mil matices a lo que en ese texto se dice y cómo se dice. Se pueden también lamentar sus carencias, que sin duda las hay, como por ejemplo la escasa referencia a los problemas surgidos en torno a la organización territorial del Estado. Pero es un buen texto para iniciar un debate que será inevitablemente difícil. Y eso es lo que pretende.
La derrota electoral no puede ser sólo atribuida a los efectos de la crisis económica. No es posible refugiarse en la fatalidad de que con la crisis todos los gobiernos, de cualquier color, pierden las elecciones porque ninguno ha sido capaz de resolverla. Primero porque la realidad no lo confirma. Y segundo porque en nuestro caso existe un cierto consenso de que no ha sido sólo la crisis, sino la propia gestión política de la crisis, lo que explica la magnitud de la derrota.
Esta es una de las tesis básicas del manifiesto. Yo mismo lo he dicho y escrito con esas mismas palabras antes de las elecciones municipales y generales, cuando tenia mas interés hacerlo, y después, cuando los problemas de falta de credibilidad, que también apunta el manifiesto, eran de una abrumadora evidencia.
Se podrá pensar que sólo los que no hemos estado en los gobiernos de Zapatero estamos legitimados para hacer esa crítica. Y, en efecto, esa contribución al debate ha sido más criticada por quién lo dice que por lo que se dice. Puede sorprender que ministros hasta última hora del Gobierno de Zapatero reconozcan y asuman colectivamente los errores que se han podido cometer. Pero el PSOE no necesita una crítica, necesita una autocrítica. No le faltan críticos externos, de lo que anda escaso es de motores internos de transformación organizativa y coherencia ideológica.
¿Quién está entonces legitimado para hacer autocrítica? ¿Hay que excluir a los que han sido corresponsables en distintos grados y desde distintas funciones de las políticas y de las decisiones que se pueden considerar equivocadas? Si así fuera, no serían sólo los ministros del Gobierno, serían muchos, demasiados, los que tendrían que abstenerse de participar en una imprescindible revisión critica de lo ocurrido.
Ciertamente, no todos tienen la misma responsabilidad. No es lo mismo quien asume colegiadamente las decisiones del Consejo de Ministros, aunque no esté del todo de acuerdo con ellas (un ministro en ejercicio, o dimite o asume y calla), que el diputado que aprieta disciplinadamente el botón, que el militante que se calla su desacuerdo por eso de la disciplina, que limita con esa lealtad mal entendida de la que también habla el manifiesto. Pero si se lee con atención, el texto asume claramente una responsabilidad colectiva, mayor para unos que para otros, pero colectiva a fin de cuentas
Tampoco creo que se trate de una enmienda a la totalidad a la época de Zapatero. Se reconocen, por ejemplo, los muchos avances en materia de libertades sociales y derechos individuales. Pero qué duda cabe de que se tardó en reaccionar ante una burbuja especulativa inmobiliaria, desoyendo las voces que desde dentro y fuera del Gobierno advertían de la insostenibilidad de ese crecimiento. Rubalcaba y Zapatero lo han también reconocido.
Tampoco se trata de limitarse al análisis critico de la gestión del Gobierno, que a fin de cuentas es agua pasada. La organización y funcionamiento del partido socialista, de la que depende el futuro, es tanto o más importante. Y lo que se dice sobre la pérdida de contacto con la sociedad, falta de democracia interna, etcétera es abrumadoramente cierto. Y hay que insistir más todavía en ello porque el socialismo español necesita hoy una organización más participativa y democrática. Para responder, a la altura de este siglo, a las exigencias de una sociedad bien diferente a aquella en la que nacieron las casas del pueblo, o de la que justificó un sistema electoral basado en listas cerradas y bloqueadas tanto para elegir diputados como para los delegados a los congresos del partido.

 

 

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